El capitán Messi: retratos del liderazgo argentino

 El capitán Messi: retratos del liderazgo argentino
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FIFA –

El astro argentino dejó cientos de escenas que unidas construyen una radiografía del líder absoluto en el que se convirtió.

Argentina tiene el corazón roto. La campeona de América, invicta en 36 partidos, acaba de perder ante Arabia Saudí en su debut mundialista. Sus sueños de campeón, la ilusión de levantar la tercera Copa Mundial, están hechos trizas. El estadio de Lusail fue testigo de una de las mayores hazañas, de uno de los mayores batacazos de la historia. Fue un festival saudí gracias a miles de hinchas que cruzaron la frontera en una travesía ensordecedora. Los fanáticos argentinos acá y allá están enmudecidos, pasmados, incrédulos.

La zona mixta también está en silencio. La tensión se siente en el aire, también la incertidumbre por quiénes serán los encargados argentinos de explicar el inesperado traspié. En un mundo de extremos, de la ilusión a la pesadilla, del potencial campeón al inminente fracaso, a veces hay solo noventa minutos. El tiempo se escurre, la espera se hace larga y los rumores crecen entre los periodistas: que los jugadores argentinos no van a salir, que van a salir en grupo sin frenar ante sus cámaras y sus micrófonos, que van a pagar una multa para evitar la serpenteante zona mixta.

Pero nada de eso sucede. Los jugadores argentinos aparecen en escena y recorren el camino rumbo al micro. Son pocos los que frenan en una decisión justificada por el doloroso resultado pero hay uno que atiende a todos, absolutamente a todos, de principio a fin: es Lionel Messi. El capitán frena una y otra vez: no esquiva ninguna pregunta. Y entre tantas respuestas, entre tantas explicaciones y reflexiones, le transmite un mensaje a su pueblo:

“Que la gente confíe: no los vamos a dejar tirados”


Es la quinta Copa Mundial de Lionel Messi y la octava de Juan Pablo Varsky, uno de los máximos referentes del periodismo deportivo latinoamericano, que identifica esta travesía catarí como la primera en la que hay un contexto para que el 10 asuma el real liderazgo de su país: “Es un cambio que se da naturalmente. Messi en todos los grupos anteriores tuvo gente mayor que él. En 2006 era Román (Riquelme). En 2010 fue Heinze, estaba (Javier) Mascherano y Diego (Maradona) que era el técnico. En 2014, si bien el capitán era Leo, el líder era Mascherano. En 2018 no había líderes, era un equipo en descomposición, era imposible ser líder en el caos. En 2019, con la Copa América de Brasil, fue líder cuando le tocó. Y Leo estuvo listo y preparado”.

La Scaloneta, el apodo que recibió la Selección Argentina que conquistó la Copa América en el Maracaná para cortar con una sequía de 28 años sin títulos, se construyó alrededor de la figura de la figura del astro pero con una perspectiva absolutamente diferente a los procesos anteriores: “Hay una colaboración gigante de los compañeros -explica Varsky en un café del centenario mercado Souq Waqif en el corazón de Doha-. Su mensaje fue: sos nuestro líder, no nuestro ídolo. Si te tengo que hacer una joda, te la voy a hacer. Si te tengo que ganar al truco, te voy a ganar. Descolgaron un poster que los de su edad no pudieron por razones lógicas. Antes decíamos que le daban la pelota y el resto miraba: acá no pasa esto. Leo agarra la pelota y el resto le pica”.

El Messi más maradoneano: opinan los hinchas argentinos
Las actuaciones de Lionel Messi en Catar 2022 son superadoras. A su buen juego le sumó liderazgo, protagonismo y algunas otras características que, según los hinchas, lo identifican cada vez más con Maradona.

Messi ejerció siempre su liderazgo futbolístico pero ahora es un patriarca también fuera de la cancha. Su versión catarí es también la más contestataria, la más “Maradoniana”, aunque para Varsky su carácter fue siempre el mismo: “Leo fue siempre así, pero antes no tenía la obligación de hacerlo porque no era el líder. Leo le mandó un mensaje de texto a Guardiola, en el que Ibrahimovic hace dos goles, y Leo está en el asiento de atrás y a Pep le suena el teléfono por un mensaje de texto. ‘Míster, si no cuenta conmigo dígamelo que me voy’. Guardiola miró al colaborador y le dijo que tenían un problema e Ibrahimovic se fue. Eso fue hace once años. Es bravo, y lo digo en el mejor sentido: es deporte de alto rendimiento, hay que ser competitivo, pelearte. Además, este equipo se ha transformado en una comunidad: si tocan a uno tocan a todos”.

Si tocan a uno tocan a todos habrá pensado en más de una oportunidad Messi durante el último cruce de cuartos de final frente a Países Bajos. Su reacción durante y después del partido, con los gestos dedicados a Louis van Gaal y con su enojo enfocado hacia Wout Weghorst, ejemplifican una mancomunión que está repleta de postales a lo largo del ciclo. Con Leandro Paredes y Rodrigo de Paul como sus principales lugartenientes, dos hombres dispuestos a entregarse en cuerpo y alma por el 10, el plantel albiceleste construyó una familia puertas adentro que expone esa unión sin fisuras sobre el campo de juego. Su hermandad es un activo que está jugando un rol preponderante en Catar.


Messi es capaz de transmitir su calidez humana en un stream de Twitch. Desde bien cerca y desde bien lejos se puede sacar una conclusión: que es una persona transparente. Invitado por Sergio Agüero a su canal, la charla que en principio iba a ser entre dos amigos de toda la vida se transformó en el retrato de un viaje de egresados: durante una hora bromearon con el corte de pelo de Alejandro Gómez y su no parecido con David Beckham, se rieron de las apariciones de la dupla de Paul-Paredes y estallaron con los aportes del asistente tecnológico del Kun.

En medio de esa vorágine, de esa catarata de risas y más risas, fue capaz de recordar al lesionado Giovani Lo Celso y de protagonizar este emotivo intercambio con su socio de tantas concentraciones:

Agüero: Escuchá… ¿Dónde están? ¿En la pieza? Messi: En nuestra pieza estamos. Agüero: ¿En nuestra? Messi: Claro… Agüero: No me invitaste nunca a dormir… Messi: Sos mentiroso, porque te dije.

El liderazgo también puede exponerse en los detalles durante un stream de una hora. Agüero, quien debió retirarse del fútbol por un problema en el corazón, era el compañero de pieza de Messi desde que ambos iniciaron su recorrido en la Selección. Sin el Kun, la Pulga decidió concentrarse solo. Días después, Agüero apareció sobre el campo de juego del estadio de Lusail para celebrar la victoria ante Países Bajos y en la concentración como si fuera un jugador más.

Cristian Romero lo describió así después de uno de los triunfos albicelestes en Catar: «Desde el primer día que llegué a la selección me ha tratado con cariño y me ha demostrado que, aparte de lo que sabemos como jugador, siempre me voy a llevar la clase de persona que es este tipo. Es maravilloso, un ser increble, una humildad terrible. Que sea así, para nosotros es un gran ejemplo. l, Ota y Angel son un gran ejemplo de gente golpeada que siempre se levanta«.


Las escenas futbolísticas también justifican su liderazgo. En la mejor Copa Mundial de su carrera, el 10 se calzó la capa de héroe y salió al rescate de su equipo en situaciones límite. En medio del drama, su personalidad y su carácter revitalizaron a su pueblo. “Sabemos lo que significa para los argentinos -reconoce Julián Álvarez-. Para nosotros es nuestro capitán, es un gran jugador y es un orgullo tenerlo en este equipo”.

Argentina había caído ante Arabia Saudí y se tropezaba con sus frustraciones ante México. El miedo de una temprana eliminación en la primera ronda conmovían hasta a los hombres más experimentados, apurados por encontrar la solución a un problema que ni siquiera habían imaginado. Ante el caos inminente, Messi le hace gestos de calma a un Nicolás Otamendi que busca saltear líneas demasiado rápido, sin éxito ni destino. Minutos más tarde, el 10 inventará un golazo para destrabar el enigma defensivo que había construido Gerardo Martino y encaminar la clasificación a los octavos de final.

Australia no había inquietado en más de setenta minutos al arco de Emiliano Martínez y el partido parecía sentenciado con el 2-0 parcial. Cuando nada pasaba, el 10 había inaugurado el camino a cuartos con un zurdazo que había vencido a Mathew Ryan para inclinar la balanza en favor de su equipo. Pero, cuando otra vez el trámite parecía estancarse y encaminarse hacia un desenlace inevitable, el desvío en Enzo Fernández y el descuento australiano modificaron intrínsecamente el cierre.

Fue entonces cuando apareció Messi en todo su esplendor, pese a la incansable tarea que ya había rubricado, para adueñarse de todas y cada una de las siguientes acciones ofensivas de su equipo. Leo la pedía, Leo la retenía, Leo oxigenaba a su equipo y le daba descanso a sus compañeros. Como si hubiese sido capaz de viajar en el tiempo, Leo corría el campo de juego con la pelota dominada como si fuera su versión de hace una década. Fue su noche más maradoniana, una obra de arte conmovedora, rescatada de la genética histórica del 10 argentino.

Y ante Países Bajos escribió otra página en la historia de las grandes actuaciones mundialistas de una Argentina que, otra vez, recordó sus deidades. En su versión más contestataria, la Pulga le respondió a las provocadoras frases de Van Gaal con un gesto riquelmista, discutió con Weghorst después de una dura patada que extendió el cruce hasta los vestuarios, fue el escudo protector ante los intentos de desestabilización neerlandesa, salió al rescate de Enzo Fernández tras su penal fallado y fue en soledad a buscar al héroe Dibu Martínez mientras todos sus compañeros se iban a celebrar con el goleador Lautaro Martínez.

Consumada la victoria ante los neerlandeses, tras haber conseguido el boleto a las semifinales, Messi confesó los motivos detrás de su enojo: «Estaba con bronca porque en la previa, un técnico como es Van Gaal, con la experiencia que tiene, con los partidos y las batallas que tiene a lo largo de su carrera, que hable de la manera que habló, que falte el respeto como faltó el respeto. No tenía por qué ser así, no tenía sentido. Sentí que le había faltado el respeto a la Selección Argentina. No me gusta que se hable antes de los partidos. Eso no es parte del fútbol. Yo siempre respeto a todo el mundo, pero me gusta que me respeten a mí también. Van Gaal no fue respetuoso con nosotros”. Antes, al pie del campo de juego y mientras discutía a la distancia con Weghorst, había lanzado: “Van Gaal cree que inventó el fútbol y jugó al pelotazo».

A metros suyo, en conferencia de prensa, Scaloni lo elogiaba y destacaba su compromiso defensivo que lo había llevado a terminar la noche como el jugador con más presiones indirectas de la Argentina: «No jugamos con uno menos cuando no tenemos la pelota. Jugamos con 11. Leo se sintió un poco tocado y demostró que es el mejor de todos los tiempos. Estamos contentos de tenerlo. Tampoco le voy a dar consejos yo a Van Gaal, pero no es fácil hacerlo jugar enojado. No sé si enojado, pero hacerlo jugar de la manera que jugó hoy… es emocionante».


Messi cumple con absolutamente todos los elementos indispensables de un líder. Reconoce la importancia de todos y cada uno de los integrantes del plantel, una consideración que se resume en su ritual previo a cada partido en el que saluda uno por uno a sus compañeros sobre el campo de juego. Es el emblema de su país pero también de su tropa, a quien encabeza cada vez que salen a hacer el calentamiento sobre el césped. Incluso se encarga de demostrarle al cuerpo técnico que ellos también son partes del triunfo: después de Países Bajos se tomó el tiempo para, mientras sus amigos celebraban, abrazar a cada integrante del cuerpo técnico.

También es el director de orquesta en los festejos, momentos plenos de alegría en los que es capaz de trazar límites como cuando frenó los intentos de burla hacia los derrotados brasileños. Messi, como si estuviera en el teatro, festeja cada victoria de cara a sus fieles, con la cinta de capitán en el brazo, y canta la popular versión de “Muchachos”, se canta a sí mismo, con la inocencia de quien está colgado en la tribuna en busca de un sueño. Un sueño en el que creía cuando, después de Arabia Saudí, muchos habían dejado de creer.


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Dahiana Camilo

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