Argentina campeona: el triunfo de los que nunca se rinden

 Argentina campeona: el triunfo de los que nunca se rinden
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FIFA –

La Scaloneta dejó un legado más allá de la tercera estrella y la Copa Mundial: le demostró a su pueblo que vale la pena luchar.

Lionel Messi finalmente protagoniza la postal que siempre soñó. Ocho años después de caminar cabizbajo ante la Copa Mundial en el Maracaná, hoy la tiene en sus manos, acá en Lusail. En su alegría, en la de sus compañeros, en la de más de 50 mil personas en las gradas y en la de 45 millones que salieron a colmar las calles de Argentina se encierra un mensaje mucho más poderoso que el éxito y la victoria: es la alegoría perfecta de la resiliencia.

Messi nunca se rindió. Si Diego Armando Maradona consagró su idolatría en torno a su carácter rebelde, la Pulga será para siempre el símbolo de la lucha que enarbolará su pueblo. Porque el 10, que coronó con la Copa la carrera más perfecta de la historia del fútbol, nunca se entregó ante las finales perdidas, ante las decepciones continúas ni las tristezas rutinarias. Asimiló los golpes y nunca, jamás, bajó los brazos.

“De eso se trata, de volver a levantarse e intentarlo, en todos los aspectos de la vida. Todo el mundo recibe golpes pero lo importante es volver a intentarlo y luchar por los sueños. En algún momento tuve dudas, pero gracias a dios volví para disfrutar de todo esto”. Sus palabras después del triunfo frente a Croacia en las semifinales adquieren otra dimensión con su sueño cumplido.

Lionel Scaloni, el técnico que acaba de salir campeón del mundo, estaba preocupado. Argentina había ganado la Copa América y acababa de rubricar su clasificación a la Copa Mundial de Catar con un empate sin goles ante Brasil en San Juan. El ciclo era un sueño y, quebrada la maldición de 28 años sin títulos, la efervescencia y la locura se habían apoderado de los hinchas que soñaban la tercera. Ante tamaña ilusión, pensaba Scaloni, la decepción ante un final triste en Doha hubiera sido un cimbronazo demasiado grande para todo el país.

Entonces, a Scaloni se le ocurrió convocar a Messi para una reunión: “Lo llamo para hablar con él antes de que se vuelva a París porque sentía que lo que venía iba a ser muy difícil. Estábamos transitando algo demasiado fuerte y la desilusión podía ser muy fuerte. Pero él me respondió que no importaba, que teníamos que seguir, porque seguramente todo iba a ir bien. Y que si no, no pasaba nada, pero que había que intentarlo. Con su respuesta me di cuenta que había algo que se estaba haciendo bien”. Scaloni también siguió luchando: tras su decepción como jugador en 2006, superó todas las críticas en el inicio de un ciclo ya histórico.

Tampoco se rindió Ángel Di María, la otra gran figura de la final en Lusail. Hace ocho años rompía una carta que el Real Madrid le mandó para impedirle jugar la final en el Maracaná: «Me acuerdo cuando recibí la carta del Real Madrid. La rompí antes de abrirla. Perdimos la Copa Mundial. Fue el día más difícil de mi vida». Resistido e incluso relegado en el comienzo del Scalonismo, Ángel supo esperar y desde la humildad recuperó su lugar en el plan del DT. En Doha, después de enloquecer a Jules Koundé y marcar el segundo gol de su país, también tuvo revancha.

Esta Argentina de Scaloni tuvo muchas virtudes durante su travesía en Catar pero ninguna tan impactante como su espíritu indomable, su garra para reponerse a las adversidades y su corazón para sacar adelante escenarios que parecían completamente adversos. Cada uno de los integrantes del plantel es un ejemplo. Alcanza con un par de ejemplos rápidos, de atrás para adelante en el once campeón: Emiliano Martínez se subió al panteón de los arqueros tras superar la incertidumbre y las continuas cesiones de un Arsenal que no lo tenía en cuenta, Nahuel Molina consiguió reinventarse tras sus días sin minutos en Boca Juniors, Cristian Romero no claudicó ante los dardos de los mismos que lo habían forjado, Nicolás Otamendi se transformó en caudillo tras aquel 0-4 ante Alemania en Sudáfrica 2010 y Nicolás Tagliafico para afianzarse después de algunas actuaciones que lo relegaron al banco de suplentes.

La lista podría extenderse a cada uno de los 26 convocados, a los mediocampistas y a los delanteros, a los titulares y a los suplentes e incluso al cuerpo técnico que está conformado por grandes jugadores de la historia albiceleste que también padecieron tristezas mundialistas. Pero el corazón también es colectivo: Argentina se levantó de la derrota en el debut ante Arabia Saudí, sobrevivió al empate parcial de Países Bajos y volvió a exponer su indómita personalidad ante las respuestas de una Francia que se resistía a ceder la corona.

Scaloni, el único que habló en la conferencia de prensa posterior a la consagración, fue claro: “El espíritu de este equipo es no darse nunca por vencido. Recibimos esos palos de los goles de Francia como el día de Holanda. Seguimos, seguimos y seguimos, sabiendo que se nos tenía que dar. Estos jugadores juegan para la gente, para el hincha argentino. Acá no hay egos, no hay rivalidades, tiran todos para el mismo lado. Éramos optimistas, teníamos con qué ser optimistas. El mensaje para la gente es que disfrute, porque hay que entender que a veces las cosas pueden salir mal. Mañana la vida seguirá, los problemas que tenemos van a seguir estando, pero son un poquito más feliz”.

Y Argentina está feliz. Messi, esta selección y este cuerpo técnico, dejaron un legado mucho más grande que la estrella, que la Copa Mundial. Le demostraron a su pueblo que vale la pena luchar, que no hay que rendirse, que tarda en llegar pero que siempre, siempre, hay recompensa.


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Dahiana Camilo

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