Las reacciones de los jugadores argentinos en redes luego de ser campeones
Argentina campeón del mundo: la Selección se reencontró con la gloria después de 36 años y Messi ya es leyenda
Cortesia: Clarin Deportes-Martin Voodg-
El equipo de Scaloni hizo un partidazo en la final ante Francia pero apareció Mbappé y tuvo que sufrir hasta los penales. Allí brilló el Dibu. La aventura en Qatar tuvo un cierre soñado.
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Tenía que sufrir Messi. Tenía que sufrir Argentina. Pero se acabó el sufrimiento. Se acabó. La puta madre. Argentina es campeón del mundo. Sí, no es un sueño. Messi es campeón del mundo. Y es justicia. En Qatar. En un Mundial mágico y exótico que dejó una final mágica y exótica. Porque si se deja atrás todos los padecimientos, fue una final apoteótica. Con un Mbappé, en modo diablo, autor de tres goles que rescataron a Francia de una paliza. Pero Argentina tiene a Messi, que metió dos goles. Y tiene a Dibu Martínez que volvió a aparecer en una definición por penales. Y antes también. Y a gozar. Porque lo que acaba de pasar en este Lusail es historia. La Scaloneta domina el mundo. Y Messi… Sí, Messi. Y ya no hay discusión, es el mejor de todos los tiempos.
Hay que dejar atrás las emociones mientras Messi se abraza con Celia, su mamá. Mientras el estadio estallaba de locura. Mientras los jugadores se mezclan con la gente. Y se hace imposible escribir revoloteando lágrimas sobre el teclado. Pero hay que hablar del partido. Porque Scaloni planteó un partido perfecto. Fueron 80 minutos de dominio abrumador. Un baile mundial. Un baile que se cortó porque Mbappé es el heredero de Messi. Nada más.
Había sorprendido Scaloni eligiendo a Di María como titular. Y volvió a sorprender con Fideo como extremo por la izquierda. Fue una jugada de ajedrez, que incluyó el ingreso de Tagliafico por Acuña para cuidarle la espalda al as de bastos de este equipo que será inolvidable. Porque allí, el hombre de Juventus, que no era titular desde el partido contra Polonia, empezó a hacer daño. Y no sólo obligó a Kundé a no perderle el rastro, sino que también le hizo hacer horas extra a Dembélé.
Pero esa jugada no fue la única que puso sobre el tablero Scaloni. El equipo se hizo corto, con los centrales siempre atentos para cortar rápido, en especial Cuti Romero, y con un monumental trabajo de Alexis Mac Allister, Rodrigo De Paul y Enzo Fernández. Ellos manejaban el equipo desde el mediocampo y, curiosamente, convirtieron a Messi en un jugador complementario.
No es que Leo jugó mal esos 45 minutos. Todo lo contrario. Lo que sucedió es que esta vez los que tiraron de la carreta fueron otros.
Así llegó el gol del desequilibrio. Después de un toqueteo incesante, Julián abrió para Di María. Parecía que se iba larga la bola, pero Fideo no sólo llegó sino que clavó los frenos y enganchó para adentro. Así le sacó la ventaja a Dembélé, que en plena persecución lo tocó de atrás. Penal. Y gol de Messi, el sexto del torneo, en su partido 26, récord en Mundiales.
El partido se partió en ese momento. Argentina empezó a borrar de la cancha un Francia que ni siquiera podía sacar jugo del juego eléctrico de Mbappé y Griezmann. Fue, a partir de entonces, un baile. Culminó con un golazo que dio calma. Recupera Molina, Mac Allister toca para Messi, Messi suelta para Julián, Julián la tira al vacío para Alexis y Alexis, mano a mano, le ve entrar a Di María, que define solo ante la salida de Lloris. Un golazo.
Francia no estaba en la cancha. Y Deschamps see dio cuenta. Cirugía mayor: afuera el torpe Dembélé y un aislado Giroud, adentro Kolo Muani y Thuram para que Mbappé quedara de delantero centro. El problema, tal vez, no eran los puntas. El problema es que Francia no podía tener la pelota ante una Argentina que se multiplicaba. Hasta Messi bajaba para recuperar.
Ya en la segunda parte Francia seguía en estado de confusión. Un par de errores ingenuos en las salidas. Un lateral mal sacado. Y Argentina, con calma, esperaba. La idea era recuperar y salir rápido. Así llegó una volea de De Paul, tras un centro de Di María que Lloris controló. Así llegó una bola al vacío de Fideo para que Julián, tras una diagonal, obligara a revolcarse al capitán francés.
A falta de media hora, Argentina insistía. Estuvo cerca con una diablura de Di María, en modo Messi, tras una recuperación de Tagliafico. Lo sacó a pasar a Koundé y mandó un centro que De Paul dejó pasar y que encontró a Messi. Era una perla, pero Rabiot llegó con lo justo para cerrar.
Francia, con algo de vergüenza, salió a buscar el descuento. Pero seguía confundido. Y Argentina estaba preparado para lanzar el golpe final. Otra contra nació con una recuperación, la enésima de Mac Allister, que no llegó por nada a quedar mano a mano luego una gran gestión de Messi y Julián.
La Selección no regalaba un metro. Y para buscar más equilibrio, Scaloni sacó a Di María, que hizo un partidazo otra vez en una final, y puso a Acuña para hacer tándem con Tagliafico.
Asustó Francia con una bola cruzada de Griezmann, el único que parecía dar la cara. De sus pies parecía nacer la resurrección de Francia. Pero nada le fluía al equipo de Deschamps. Mbappé, que casi no la había tocado en el complemento, se despertó y probó tras una corrida corta. Lejos.
Deschamps volvió a meter mano en el equipo Camavinga y Coman por Theo y Griezmann. Sí, saco a Griezmann que era el que mejor estaba de los suyos. Raro. Pero el tiempo le daría la razón. Mac Allister, otro que entró en modo Messi por un rato, armó un jugadón por izquierda, descargó para el Messi verdadero, que encontró a Enzo solo en la medialuna. El remate fue muy centrado. El tercero no llegaba.
Pero no preocupaba. La superioridad era notable. Empezó a caer el «ole, ole, ole» de la tribuna. Era una fiesta. Pero… Siempre hay un pero.
Se escapó Thuram y Otamendi, que debió cruzar a la derecha, lo bajó. El único error hasta ese momento terminó en el descuento de Francia. Se hizo cargo Mbappé y le ganó la batalla mental a Dibu, que rozó la pelota pero no la pudo sacar. Faltaban diez minutos. Empezó otro partido.
Un partido que no duró nada. Porque Mbappé, diabólico, se volvió a encender. Messi perdió una pelota en el mediocampo. Rabiot lo buscó al fenómeno de PSG, el que no es Messi, que se la bajó a Thuram y que al toque se la devolvió. Volea y gol para volver a ser el goleador del mundial.
Dos minutos fatales.
De no creer. El fútbol no sabe de justicia. Al menos eso era lo que parecía.
Argentina intentaba salir del pozo. Pero Francia estaba en estado de gracia. Lo tuvo Thuram tras un centro de Mbappé. No llegó por nada. Enzo frenó justo el pie cuando volvía a molestar Thuram. Se paralizó el estadio. Pero el árbitro Szymon Marciniak, que manejó bien el partido, marcó para el otro lado y le sacó amarilla al punta. Alivio.
Los corazones se detuvieron otra vez con un desborde de Coman que encontró a Camavinga. Apareció Dibu. Con suspenso, pero apareció. Ya iban los ocho minutos de descuento. Francia seguía con la mira calibrada. Cada ataque era peligro de gol.
Messi tuvo la del final. La de siempre. La que no suele fallar. Lloris apareció en todo su esplendor para mandar la bola al córner. Al alargue. A sufrir.
El mini descanso le dio algo de paz a la Selección. Entró Montiel por Molina, que había padecido a Thuram. El medio se volvió a encender. Pero no como antes del doble mazazo.
El partido entró en un freezer. Hasta que Messi volvió a aparecer y armó un jugadón con Enzo y Argentina tuvo una doble chance. Lautaro no pudo con el cierre de Upamecano y Montiel cazó el rebote y le pegó de volea y Upamecano la sacó al córner. Enseguida, tuvo otra Lautaro, que quedó solo con Lloris y definía mal. Era offside. Terminó mejor la Selección.
Y también arrancó mejor. Messi probó con una volea que volvió a encontrar las manos de Lloris. Y llegó el premio. Una despeje de la defensa encontró a Lautaro, que se la bajó a Messi. Leo manejó y descargó para el Toro, que estaba habilitado por un glúteo, y fusiló a Lloris. El arquero dio rebote y la pelota le cayó Messi, que la tocó para que Lusail volviera a estallar. Otra vez arriba. Otras vez acariciando la copa. Pero faltaba mucho.
El partido era puro nervios. Parecía que Argentina se lo llevaba. Pero otro penal, una mano de Montiel, le volvió a servir el empate a Francia a cuatro del final. Y Mbappé volvió a acertar. Tres goles en una final, algo que sólo el inglés Hurst había logrado en la historia de los Mundiales.
¿Penales? No había más en esta maravillosa final. Dibu Martínez le tapó la pelota de la final a Kolo Muani en una atajada de antología. ¿Penales? No, Lautaro cabeceó solo después de un desborde de Montiel y le erró al arco. Ahora sí. Penales.
Y los penales son la especialidad de Dibu. Atajó uno, el de Coman, y amedrentó a Tchouameni, que la tiró afuera. La Scaloneta no falló. Ni Messi ni Dybala ni Paredes ni Montiel. Y sí, capaz Diego hizo fuerza desde el cielo.
Siempre nos quedará Qatar. «Vamos Argentina, la concha de su madre. Somos campeones del mundo», bramó Messi, que tuvo que llegar hasta Medio Oriente para confirmar que es el rey del mundo. Tras no dejar récord en pie, el capitán argentino cumplió su gran meta. Y se dio el gusto de levantar la Copa que todos quieren levantar. Leyenda.